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EL PARAÍSO FÁCIL DE LA NOSTALGIA

  • Foto del escritor: Lex López
    Lex López
  • 29 ago 2018
  • 3 Min. de lectura

Hace unos días tuve la oportunidad de ver el filme de Christopher Robin (por cierto, lo recomiendo, deja muy buen mensaje), me hizo pensar y analizar ciertas circunstancias muy peculiares de la vida, y una de ellas es la que a continuación menciono en este escrito.

Llega un momento en nuestra vida, en el que crecemos sin darnos cuenta de la última vez que salimos a jugar con nuestro grupo de amigos al patio de nuestra casa o frente a ella. Olvidamos las travesuras y todo aquello que soñábamos ser de niños para convertirnos en “adultos”.

Curiosamente la mayoría de las personas cumple el estereotipo con el que se nos educa: Estudiar para tener un grado académico y ser aceptados en sociedad, obtener un empleo, pagar cuentas y formar una familia. ¿Es a caso ese el propósito para el cual nacimos todos? Estoy seguro de que no, al menos en lo personal no pienso de esa manera.

Muchos nos llaman a nosotros los soñadores locos y que nos negamos a aceptar nuestra realidad, pero quiero que te preguntes sí realmente naciste y dedicaste tantos años en tu formación personal y profesional para estar ocho horas diarias o más, cumpliendo el sueño de otro en lugar de cumplir el propósito para el cual fuiste formado.

Hago mención de esto ya que a pesar de tener nuestra “vida adulta”, llega un momento en el que todo nuestro pasado se convierte en un recuerdo y en nuestro paraíso fácil de nostalgia, resulta muy gratificante quizá pensar en lo que fuimos y soñábamos ser de niños, en lugar de accionar para cumplir los sueños a los que sin darnos cuenta renunciamos y que poco causó que nos extinguiéramos, en términos generales creamos un domo de nuestros propios recuerdos del pasado para no sentir culpa de lo que no logramos ser y así satisfacer la fácil nostalgia que nos embarga en el momento, o en la mayoría de los caso lo contrario, los problemas que tenemos hoy de adultos no se veían cuando éramos niños.

Lamentablemente nos encontramos inmersos en una sociedad robotizada, en la que es muy difícil soñar o imaginar, a tal grado que la generación se aferra consiente e inconscientemente a la nostalgia, en comparar amor o respeto, y van por la vida preguntándose en qué momento dejaron de imaginar, sentir o soñar. A lo mejor no es que la sociedad haya dejado de soñar e imaginar, quizá los sueños solo se volvieron fríos y la imaginación se tornó un poco turbia.

Es fácil navegar por los recuerdos y sentirnos nostálgicos, quizá amábamos ser quienes éramos, pero las circunstancias cambiaron nuestro estilo de vida y nuestra forma de ver las cosas, idealizamos un pasado, pero dime ¿De que sirve sentarnos a idealizar el pasado si no podremos alcanzar aquello que queremos lograr?

Todos tenemos puntos divergentes de ver las cosas y de disfrutarlas, incluso de resolver los problemas, sin embargo, estoy consciente al igual que muchos de ustedes, de que vivimos en una generación carente de amor y de sentido de pertenencia en la felicidad, que ha olvidado que el eje central de la vida es el amor.

Hoy día la generación está olvidando que la ausencia de amor desgasta las relaciones, roba el potencial, limita la creatividad y desgasta la vida, olvida que el sistema se encarga de educar para obedecer y no para que piense, convirtiéndolos en robots que han nacido y morirán siendo empleados.

Necesitamos una generación que ame, que aprenda a sacar de las tristezas inspiración y que barra a diario su corazón con amor, que decida perderse y apostar a la felicidad en lugar de quedarse pensando en aquello que pudo ser sin poderse encontrar, una generación que envejezca físicamente pero que permanezca joven del alma, que no olvide que, aunque el sentimentalismo nos puede hacer dudar siempre habrá un mañana para otra oportunidad.

Es momento de evaluar, pensar y accionar para poder madurar sin dejar de jugar en los columpios, para separarnos de aquello que nos impide avanzar, para sonreír porque de verdad estamos felices y no solo por aparentar, y encontrar libertad al momento de amar, porque el amor sin libertad es solo un antifaz para quienes no saben amar.

Sé el adulto que necesitabas cuando eras niño y ama como el niño que necesitas hoy de adulto.

 
 
 

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